La educación integral de la sexualidad es mucho más que hablar de “sexo” (Relaciones Sexuales)
No es una responsabilidad exclusiva del sistema educativo. La educación integral de la sexualidad inicia en casa, incluso antes de que nazca una hija o un hijo, pues implica todas las ideas respecto al cuerpo, a lo que es ser hombre o mujer, a cómo nos relacionamos.
Entonces, ¿qué es la educación sexual? La académica colombiana Elvia Vargas Trujillo, con una trayectoria de más de 30 años en docencia e investigación sobre sexualidad y salud sexual y reproductiva, lo explica con claridad. Ella fue la principal expositora en la Jornada Académica para la Prevención del Embarazo Adolescente y la Violencia Sexual, organizada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Ministerio de Educación del Ecuador.
¿Qué es la educación integral de la sexualidad?
Es una estrategia y un derecho, al cual se nos debe garantizar el acceso desde el nacimiento, en los diferentes entornos. Es integral porque se fundamenta en los derechos humanos, promueve la equidad, está basada en evidencia, busca el desarrollo de las competencias de todos los seres humanos independientemente de la edad, del sexo, el estrato socioeconómico, la condición de capacidad funcional o no, para poder enfrentar los desafíos que conlleva la vida.
¿Qué implica esta educación?
En primer lugar, conocimientos: del cuerpo propio y de los otros; de cómo cuidar mi cuerpo y cómo funciona; de métodos anticonceptivos; de las normas sociales y cuándo esas normas sociales con respecto a lo que significa ser mujer u hombre son equitativas y cuándo no; conocimiento de derechos; de los servicios a los cuales tengo derecho a acceder; de las situaciones que afectan mi bienestar y cómo puedo prevenirlas, evitarlas, manejarlas, atenderlas, entre otras. En segundo lugar, implica actitudes frente al cuerpo, a los órganos sexuales, a la orientación sexual [tiene que ver con la atracción emocional o sexual que se siente hacia determinadas personas], al género [ideas que se construyen en la sociedad sobre qué es ser mujer y qué es ser hombre]. Y, en tercer lugar, habilidades para manejar todas estas circunstancias.
«Cuando les decimos ‘los hombres no lloran’, los estamos educando en sexualidad, pero de una manera sexista. Y así es como nos han educado tradicionalmente»
O sea, cuando las personas dicen a niñas y niños, por ejemplo, “estos juguetes son solo para mujeres o los hombres no hacen tal o cual cosa” ¿les están educando en sexualidad?
Sí, cuando les decimos “los hombres no lloran”, los estamos educando en sexualidad, pero de una manera sexista [discriminación de las personas de acuerdo a su sexo, como por ejemplo, la idea de que los hombres son superiores]. Y así es como nos han educado tradicionalmente. Ahí cabe preguntarse: ¿esa educación a la que tuve acceso me ha facilitado enfrentar la vida de una manera segura y confiada? ¿me ha permitido protegerme, cuidarme, ser feliz, disfrutar de bienestar o no? Si la respuesta es no, entonces debo cuestionarme cómo cambiar esa educación para que las personas que tengo bajo mi cuidado sí tengan una posibilidad de disfrutar de bienestar.
Entonces, ¿quiénes primero deberían educarse en sexualidad deberían ser las madres y los padres?
Las madres, los padres, las personas adultas, los comunicadores…
¿Cómo hacerlo?
Buscando recursos que tengan a mano. No es fácil porque la oferta es mucha; en Internet, encuentras miles de páginas. Pero hay que mirar si esas páginas son confiables, si efectivamente eso que me están diciendo está basado en evidencia, si realmente promueve la equidad, si garantiza los derechos, si favorece el desarrollo de esas competencias para enfrentar la vida de manera más segura. Hay que tener una postura crítica frente a la oferta informativa que ofrece Internet.
«Uno debe preguntarse si las reglas existen porque permiten el bienestar, porque contribuyen a la paz y armonía en la familia. Si no es así, se trata de una regla arbitraria que no tiene por qué existir»
¿Cuáles son los puntos claves en la familia para propiciar un desarrollo adecuado?
Es clave la aceptación incondicional, el entorno familiar en el que nacen y crecen niñas, niños y adolescentes debe aceptarlos como son y permitirles desarrollar su potencial sin restricciones de ningún tipo, menos aún restricciones por su sexo. Fomentar su capacidad para comunicarse, para expresar su curiosidad, para obtener información, para jugar y divertirse. En segundo lugar, el monitoreo parental es muy importante. Esto es, la capacidad de las personas adultas para saber en dónde están los hijos o hijas, con quién están y qué están haciendo, no por perseguirlos sino porque están genuinamente interesados en asegurarse de que el entorno favorece su desarrollo integral. Para eso es importante generar un canal de comunicación abierto, claro y de confianza, en el que sean capaces de dar a conocer lo que piensan, sienten y hacen, espontáneamente. También es necesario un ambiente en el que se establecen límites claros y consistentes, donde se definen reglas y consecuencias lógicas al incumplimiento de esos límites. Uno debe preguntarse si las reglas existen porque permiten el bienestar, porque contribuyen a la paz y armonía en la familia. Si no es así, se trata de una regla arbitraria que no tiene por qué existir. Por último, se requiere de un contexto en el que se favorezca la autonomía y la toma de decisiones basadas en criterios personales, pero que tenga en cuenta las implicaciones que tiene esa decisión para sí mismo y para otras personas.
¿En qué momento niños y adolescentes están preparados para tomar decisiones?
Desde muy chiquitos tomamos decisiones. Por ejemplo, un bebé que rechaza el seno está tomando una decisión. Es su primera manifestación de autonomía. Eso no quiere decir que vamos a decirles: “hagan lo que se les dé la gana”. Ese no es el sentido. La autonomía implica reconocer que hay límites, pero esos límites son lógicos y coherentes, de acuerdo a su edad. Por ejemplo, a los 5 años puedo dejar que una niña decida cómo vestirse pero no le abro el clóset sino que le doy a elegir entre dos opciones. Pero con un adolescente no puedo hacer eso, ni le voy a decir cómo vestirse. Al contrario, le amplío las alternativas para que, en ejercicio de su autonomía, sea capaz de decidir. Si no le doy opciones en lo mínimo, esa persona no sabrá cómo tomar decisiones más complicadas.
«Hay evidencia de que la educación de la sexualidad favorece proyectos de vida más equitativos, más gratificantes, contribuye al bienestar y a la felicidad, que es la meta que todos perseguimos»
¿Cuáles son los beneficios de la educación integral de la sexualidad?
Tenemos evidencia de que las personas que han sido expuestas a más fuentes y temas de información, y a una información de calidad, tienden a retrasar la edad de inicio de actividad sexual. Además, cuando inician la actividad sexual lo hacen de manera segura y protegida, adoptan prácticas de autocuidado en su vida sexual y reproductiva, incluyendo el no tener actividad sexual cuando no lo desean. Se ha visto que tienen un menor número de hijos y que la edad a la que comienzan a tener hijos es más tardía. También hay evidencia de que la educación de la sexualidad favorece proyectos de vida más equitativos, más gratificantes, contribuye al bienestar y a la felicidad, que es la meta que todos perseguimos.
En un contexto de altos índices de embarazo de niñas y adolescentes, así como de muertes por abortos clandestinos, ¿cuál es el principal reto que enfrentamos en Latinoamérica?
El principal desafío es que todas las personas nos comprometamos en dar una educación integral de la sexualidad. El fin lo tenemos claro, todos perseguimos el bienestar y la felicidad de niñas, niños y adolescentes, pero el medio a través del cual vamos a lograrlo no lo tenemos claro. Cada quien está haciendo algo por su cuenta que no favorece el logro de esa meta.
Referencia: La educación integral de la sexualidad es mucho más que hablar de sexo (sentimosdiverso.org)